miércoles, 11 de marzo de 2015

Pan

   Me gusta cocinar. Pan. Las variedades pueden ir desde el pan frances al aleman, el integral, el de viena, brioches. Lactal. Me gusta el lactal. Esa esponja semidulce aplastada entre la lengua y el paladar.
   Mi pareja me dice, preguntando, maliciosamente:
-Y porque no te sale igual al comprado?
    Y es ahi cuando les descerrojo con vehemencia mi argumento sobre las diferencias entre lo industrial  y lo casero, y que amasarlo, y que esto, y que lo otro,  y que te lo estoy haciendo a vos, pichi,  y que le ponen bromato, que es toxico. Los envenenamientos a los que nos acostumbramos tanto que,  luego no es imposible reconocer entre el veneno y el alimento.
  Y me diceee….
-Si, pero es mas rico el comprado, podrias ponerle un poco del bromato ese…es muy caro?
   No contesto. Pienso antes de hablar. Y no hablo ni siquiera entonces.
    Y pienso. En mi sensacion de alimentar y amar. Una contraccion. Una a traves de la otra.
    Como es el amor, no? Lo pensamos como un envenenamiento lento, lo preferimos consentido, sugerido, peor aun, solicitado, lentamente administrado.
   Y dudo. Ante las alternativas del otro, asi planteadas mas o menos, dudo. Si lo hago de un saque, o de a poco, como a Napoleon, en Santa Elena, comiendo sus lentas dosis de arsenico, tan disimuladamente suministradas.
    Una muerte lenta. Sin rastros. Sin migas.


lunes, 21 de julio de 2014

Pero

Señoras, señores…. Yo creo que es sensato que empecemos a evitar el “pero”.  “pero….,nada. No nos favorece, créanme, confíen en lo que les digo.  El “pero” nos pone en una situación en la que no podrán salir ilesos. El “pero”, no es indoloro, es verdaderamente un arma letal, de doble filo.  Es una escopeta que podria derribarte de un culatazo cuando la dispares.  Si ustedes blanden un “pero”, va a venir un jinete de pronta estocada y les va a meter el “pero” en el orto. Cómo “pero”? O peor “peeeeeeeero”. No, pero nada. Las cosas que están, están, y lo que es sencillamente, es. El pero jetonea la falta, y ningún ser sensato expondría sus faltas y debilidades de esa manera. Es biológicamente incorrecto exponerse asi.  Si escuchas una alabanza de lo flaco que estás no digas, si, pero, sabés lo que me costó?. No, porque el contraataque puede ser, “si, la verdad es que se te nota, estás más arrugada”.
     Y peor que peor, el pero del otro. Está trabajando, va a fiestas, “si, pero está solo/a”. Y vos, serás linda, pero tenés cara de chota. Y vos sos estás casada pero estás obsesionada con la limpieza y sacar la basura.

     No, no te expongas al pero, creéme, es al pero.  Exaspera el pero, desespera. El vaso está medio vacío, pero, medio lleno. No. Chupáte de un saque lo medio lleno del vaso, pero, si mañana no hay que te chupe un huevo. Sin peros. 

sábado, 5 de abril de 2014

Los caminos de la vida

    
      Casi todo lo escrito en canciones se refiere a historias, sucesos, amores,  fracasos y avatares que la vida nos propone en nuestro lapso de relaciones. Me voy a referir específicamente a las líricas musicales en donde el fracaso de los planes del autor motiva la vocalización de sus estertores. Y adentrándonos aun más en las impresiones musicales, los artilugios que el autor usa en las variaciones tonales, es decir, las modalidades mayores y menores, aquellas que el músico sabe que sugerirán un estado de ánimo u otro.
           Debo dar datos técnicos puntuales: Los tonos mayores aportan cierta cualidad alegre, eufórica y entusiasta a la música que se ejecuta. No siempre, debo decir. Ni que hablar de las sucesiones tonales en quintas con las que se han escrito la mayoría de las pedorretas vigorizantes tipo “We are the World”, “Amigo mío entra a mi hogar”, “Argentina es mi lugar”, y tantas otras horrendas canciones con las que se nos ha tratado de vender una campaña política, aceptar una guerra y asesinar colectivamente a los vecinos semitas o del color que nos desagraden. Para quien no sepa o no recuerde, ejemplo de esto es un tema homicida allá por 1976, que versaba: “noooooo te borreeeeeessss, que te necesitaamoooos, siiiii te quedas y ayudás vas a ver que ganamooooosss”. El mismo iba dedicado a los pobres infelices que debían huir entre gallos y medianoche de las razzias asesinas del proceso. Era un ejemplo nomás.
     Asimismo pongo a consideración la canción  que habla de un joven que no esperaba que la vida fuera tan injusta en la repartija con él, su hermano y su madre, que a tanta madre soltera y mujer sola con hijos hace lagrimear. El  mismo en su primera parte, mantiene en su cadencia tonal un gustito a quejas inconsolables, (cadencia: sucesión particular de tonos para que se entienda, con una lógica perceptiva que el oyente reconoce en su cultura musical) otorgado por los tonos menores utilizados. En ella, la lírica habla de las vicisitudes de una vida que no era la esperada para nuestro joven, y a las lamentaciones que se ve necesitado de inferir. Ahora bien, en una modulación irredenta (modulación: cambio hacia otro sistema tonal para que se entienda, irredenta: que no tiene perdón de dios)  cambia  hacia los tono mayores,  que refiero, le dan ese tono optimista tipo “vamos carajo todavía”. Aquí en ese pasaje, habla de su madre que trabaja, pobrecita, que se va a morir, y el también, si, en algún momento, más adelante, asumiendo que la vieja va primero. Pasado en limpio: mientras sea el protagonista el que se queje que la vida no le ha dado lo que el esperaba, utilizamos los tonos tristones, la melancolía y las cadencias tendenciosamente lloronas. Ahora, cuando viene la parte de que la que labura es la vieja, y que se va a morir primero, ahí los tonos son mayores y de una algarabía al menos contradictoria.
      Pongo esta observación a consideración y debate de los oyentes y radioescuchas, a la manera de una herramienta. Algo así como un detector de mentiras y asociaciones ilícitas musicales.
      Andá a laburar vago de mierda en vez de andar chingui chingui todo el día con la guitarrita.
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domingo, 17 de noviembre de 2013

INDOLENCIAS

Indolencias
    Caminando por la calle, es casi imposible no ser colisionado en uno u otro momento por alguien. Una especie de intimidación vial, en la que la gente se choca mutuamente. Simples peatones que por la misma vereda y caminando en sentidos opuestos, alguno de ellos corre unos centímetros su trayectoria, y choca con la trayectoria del otro.
    He observado con atención este fenómeno, me intriga, me tomo el trabajo de observar el movimiento, los engramas motores, el proyecto motor que el otro intenta realizar, consciente o inconscientemente. He notado cuerpos, que sin registrar el total de su masa, te enganchan a la pasada con algunas de sus sobresalientes; he visto a personas en anchísimas soledades de veredas atravesarlas de lado a lado, aparentando una especie de ceguera ante el bólido que se les acercaba en sentido contrario y pasar rozandosé los cuerpos tanto propio como ajeno, y chocar. 
     No deja de asombrarme, digo, no ya cuando hay mas personas de las que un metro cuadrado puede sustentar, sino cuando están ausentes todas menos dos de las personas en ese metro cuadrado.
   Escuché por ahí, que parece que es un  deseo de tocarse porque la gente, se dice, no se toca. Es decir que no la tocan. Que no lo tocan otros. Claro, a ese que te chocó, hace mucho que no lo toca nadie, entonces, parece que él, quiere que vos lo toques aunque sea de un topetazo. Conducta analógica a la de los chicos que no son acariciados, entonces se portan mal para que les peguen, así por lo menos los tocan.
   Recuerdo un video musical de un muchacho que iba por la calle por una vereda, caminando en línea recta, cargandosé a los topetazos a quien se le interpusiera, cantando que la vida era una sinfonía agridulce, más  exactamente amarguidulce, (como siempre no hay traducciones exactas en lo que a sensaciones se refiere), y que él no iba a cambiar su modo y lará lará, y que el video era emblemático  de los años noventa, en los que parece que nos queríamos llevar todo puesto, lará lará. La canción era linda, tenía unos violincitos, a mi  me gustaba. El cantante tenia un ojo desviado para afuera, con lo que ahora entiendo porque se llevaba todo puesto.
    En realidad, encuentro una solución en una idea que sería algo así como que vivir implicaría ir descomplicándose la vida,  llegar a viejo, y tener la indolencia bien ganada que tiene el mayor por la que se para en cualquier lado aunque atrás hayan mil personas o venga un tsunami de coches, y entretenga a la cajera del supermercado con las fotos de sus nietos, o le pregunte al florista por las portulacas en la mitad de la vereda. 
     Porque sabe, profundamente sabe, que tiene tiempo. Para vivir.

sábado, 12 de octubre de 2013

No tenés sentido del humor.


      En la ciudad de Buenos Aires, casi todos tenemos un supermercado. Un supermercado chino. Nuestro chino de cabecera. Casi toda vez que iba al chino, cuando estaba en la caja, sucedía la siguiente escena:
La china:
-Eto  é pra novio?      (agarrando cualquier cosa, una botella o las galletitas) 
o…
-Y novio?
Yo:
Se murió.    (con gesto de jocosidad estúpida)
      Esa jocosidad. Como la odio. Esa jocosidad que me empelota, y me odio cuando descubro que mi cara se contrae con ese estúpido gesto de simpatía. Desde que era chica recuerdo haber tenido que hacer fuerza para reírme de esa especie de chistosidad, ese convencionalismo social jocoso. Cumplo a duras penas con eso. Pero cumplo, porque me supongo con un canon animal que me podría convertir en la loca que le da de comer a los gatos sarnientos del baldío mientras los pibes del barrio le tiran piedras.
      Y así todo, cumpliendo, como caminando con zapatos chicos, un día, la muy ingrata me dice, con gesto serio:
- Vó no conteta ashí, yo hago boroma, vó dice Aaahhh!!!, si no, yo no hago má boroma, (se terminara la tortura?) la gente dice tá loca la chica, é loca. No, murió no. Yo pregunta po novio, vó dishe, bieeeennnn. No, murió, no. Vó no conteta ashí, yo hago boroma, vó dice Aaahhh!!!, si no, yo no hago má boroma.

      Okei. Se entendió. Se respetan los convencionalismos. A rajatabla. Se entiende, no? Acá y en la Conchinchina. Ella, boroma, yo, “aaahhh”. Y supongo, que luego exigirá el gesto estúpido de simpatía, con lo mal que me hace sentir eso, y todo por no caminar dos cuadras más hasta el próximo chino, y tratar que mi canon animal no me transforme en una loca sin sentido del humor. Que encima le da de comer a todos los gatos sarnientos del barrio.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Hacéme ropa

“Haceme ropa”, dijo Saverio el jefe de cocina, y se llevó el lomo a la pimienta para adentro, cerca de la parrila, su territorio. Todos conocíamos esa expresión que quería decir “tápame por si viene el trompa”, y era usada para tomarse un vino, comerse una porción de sopa inglesa, guardarse dos milanesas para la casa, alguna sobra decente para los perros o gente del barrio que la venía pasando mal.  
     Compartiamos en silencio lo que iba a pasar: el lomo no iba a venir más cocido como había pedido por tercera vez el cocorito de la nueve; iba a volver un poco recalentado, si, lo suficiente como para homogeneizarse con otro ingrediente agregado a último momento. Pero más cocido, no. El cliente rompebolas iba a comer un lomo a la pimienta que recordaría contento y satisfecho de si mismo después de la levantada en peso que le había pegado a la moza. Yo.

       Y yo, me había ganado esa venganza gastronómica. Aquel día, el día, el dia que me gane el respeto, estaba de moza en el primer turno y adicionista en el segundo, porque había faltado Alberto, lo habian metido en cana por trompearse con el ex de su mujer. Viene Gustavo, mozo de los viejos, todo un caballero, de esos que le pasan la rejilla a la mesa sin escucharte, que apenas te miran con esa mirada inexplicable que lograron de tanto ver estúpidos y jamás pero jamás, te van a decir “dale!” después que les pedís el postre, viene, y me canta mal una comanda. Yo recién entraba en el puesto de adicionista, y a las dos cuando cerramos, las cuentas no me daban, y no me daban. Me faltaban dos ensaladas rusas y unas papas noisette, que estaban en la comanda pero no aparecían por ningún lado. Si no aparecían las tenia que pagar Gustavo, porque eran sus mesas. Yo dije pará, y me quedé hasta las tres y cuarto hasta que las encontré, habían ido a parar a la seis que es mesa de Pablito, el pibe nuevo. Sumé todo de nuevo por quinchuagesima vez y me dio la cuenta de todas las mesas. Y desde ese día y hasta hoy, cuando estoy de adicionista se me acerca Gustavo u otro mozo, y me preguntan, piba, que querés tomar? Te saco una entrañita con puré? Hoy los agnolotis no, te saco una milanesa que es un espetáculo, piba”. Un respeto ganado mutuamente, que se extendió por los pasillos hasta los dominios de la cocina. Por eso ahora el parrillero, con su capa manchada de todo el menú posible, y su espada vengadora recién chairada, está haciendo merecida justicia para su doncella vituperada por un turista pobretón, que se cree que está en el Hilton, y le está meando el lomo a la pimienta con toda su pasión, dejandoseló en un charco que ahora se entremezcla con esa salsita amarronada. “Tomá, lleváselo ahora a ver que te dice. Y míralo comer y sonreite por dentro piba, que ni siquiera es lomo”. 

martes, 1 de octubre de 2013

Ahh, nadie comprende al artista

     Golpean la puerta. Mi vecino. Conozco esos golpes, el puño puteándome la puerta. Me encamino hacia allí, estoy por abrir. Ya sé a que viene. Abro. La cara esta a medio camino entre el enojo y la súplica. Ya lo sé, no me lo digas. Te tengo harto con la musiquita esta. No, no le puedo bajar el volumen, es un violín acústico. Es una sonata eso que toco. No, no es horrible. Si, son pedazos de una sonata, efectivamente. Y si, tengo que darle y darle hasta que me salgan los pasajes de semicorcheas. Semicorcheas. Una figura musical. Un poco estropeada si, es cierto, por el momento. Claro, si fuera cirujana, no me dirías que todas esas tripas desparramadas son feas porque después sabes que se junta todo, se cose, y el tipo anda fenómeno. Como un violín, precisamente. No, no es lo único que sé. También me sé atar los cordones, y hacer dos omelettes con un solo huevo. Si, después, lamentablemente para vos, voy a estudiar el segundo movimiento de la sonata. No, no se llama así. Sonata para gato muerto, ah ja ja, pero que gracioso sos, mirá. No, no soy propietaria. Si, alquilo.

     Hacéme la denuncia, puto.



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