Golpean la puerta. Mi vecino. Conozco esos golpes, el puño puteándome la puerta. Me encamino hacia allí, estoy por abrir. Ya sé a que viene. Abro. La cara esta a medio camino entre el enojo y la súplica. Ya lo sé, no me lo digas. Te tengo harto con la musiquita esta. No, no le puedo bajar el volumen, es un violín acústico. Es una sonata eso que toco. No, no es horrible. Si, son pedazos de una sonata, efectivamente. Y si, tengo que darle y darle hasta que me salgan los pasajes de semicorcheas. Semicorcheas. Una figura musical. Un poco estropeada si, es cierto, por el momento. Claro, si fuera cirujana, no me dirías que todas esas tripas desparramadas son feas porque después sabes que se junta todo, se cose, y el tipo anda fenómeno. Como un violín, precisamente. No, no es lo único que sé. También me sé atar los cordones, y hacer dos omelettes con un solo huevo. Si, después, lamentablemente para vos, voy a estudiar el segundo movimiento de la sonata. No, no se llama así. Sonata para gato muerto, ah ja ja, pero que gracioso sos, mirá. No, no soy propietaria. Si, alquilo.
Hacéme la denuncia, puto.
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